Marcos y Rocío viven en armonía, están felices con el anuncio del embarazo. Al principio nada cambia en su estilo de vida. Rocío casi no se puede creer que esté embarazada y Marcos intenta imaginarse lo que será tener un bebé en casa.
Después, todo empieza a cambiar, casi a la vez. Rocío tiene menos ganas de salir y más de quedarse en casa, descansando. Marcos, sin embargo, no quiere cambiar su vida anterior y sigue prefiriendo salir a cenar o a tomar algo con los amigos.
A medida que Rocío empieza a sentir el feto moverse en su cuerpo, prefiere centrarse en la pequeña vida que se desarrolla en su interior. Toma conciencia de las nuevas necesidades alimenticias, descansa un poco más y comienza a comunicarse con su bebé, que ya se mueve mucho. Poco a poco, Rocío concentra todas sus energías en el bebé. Es normal, el bebé se alimenta gracias a ella y a través de ella.
Marcos está muy sorprendido con los cambios de Rocío. Nunca la había visto tan tranquila, tan poco activa. Ahora se interesa por imaginarse cómo será el pequeño y espera que Marcos haga lo mismo, pero resulta que Marcos sigue prefiriendo frecuentar su club deportivo, o ver a sus amigos. A veces llega más tarde a casa y esto desconcierta a Rocío, no entiende el comportamiento de Marcos, que, a pesar de todo, es normal.
En realidad, conforme avanza el embarazo, la madre se encierra en ella misma; una parte de su energía es consumida por el feto que se alimenta a través de ella. La madre es la única que puede proporcionarle todo el alimento necesario y por ello necesitará recobrar las fuerzas con el apoyo de su pareja. Será él el que aportará toda la carga afectiva y de energía. Poco a poco, la mujer se encuentra más gorda, menos ágil, más cansada, tiene menos ganas de salir, invita cada vez menos a los amigos, trabaja menos y deja de trabajar un mes antes del nacimiento de su pequeño.
El padre ayudará a preparar la habitación del niño, ayudará a hacer las compras, a traer las noticias de los amigos, pero sobre todo, a prestar mucha atención a su pareja, procurarle toda la afección que ella requiera, la ternura, el amor. Es una tarea complicada, ya que él mismo tiene que prepararse para su nueva función de padre y la nueva vida que les espera.
Este gran cambio es estresante y está marcado sobre todo durante las primeras semanas después del parto: la madre alimenta a su pequeño tanto desde el punto de vista físico como emocional: está atenta al mínimo sonido que emite, le baña, le cambia, le prepara los biberones... pero además, tiene que tener tiempo para recuperarse. Tiene que reposar y revitalizarse. El padre juega un rol muy importante. El papá podrá ayudar a dar el biberón o a bañar al niño mientras la mamá descansa y, si la madre da el pecho al bebé, el padre podrá reconfortarla con sus caricias y su ternura.
Es bueno que el padre pueda disfrutar de una vida social activa, porque entrando en contacto con sus amigos, que también son padres, puede compartir experiencias, vivencias y preocupaciones.
Es cierto que en este momento pueden surgir algunos problemas de incomprensión en la pareja: Rocío no puede entender por qué Marcos sale con sus amigos y pasa algunos de sus ratos libres con ellos. Marcos necesita respirar y recibir un poco de atención.
A veces es un período difícil de sobrepasar, Rocío y Marcos tendrán que aprender a comunicar sus sentimientos y sus necesidades recíprocas. Es necesario tener paciencia, pero con mucho amor el éxito está asegurado.